Desolado esqueje,
el abuelo,
desde que lo trasplantaron a la ciudad,
con duros ojos de camaleón,
vigilaba
en lo alto de un macetero.
Que tenía al aire las raíces,
- murmuraba -,
que se le enterraban los dientes
en el suelo.
Masticaba sombras con las dudas,
la noche entera
traspirando,
tal vez,
por si no despertaba del sueño.
M.A.N.H. (01/12/15)
Emotivo. Un tema que ahora me toca a mí bastante de cerca.
ResponderEliminarGracias, Luis. Es ley de vida, supongo. Un abrazo.
EliminarJoder... que fuerte y que bueno...
ResponderEliminarUn poemazo!!!
Te felicito.
Saludos.
Gracias, Toro.
ResponderEliminarMe gusta mucho. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarY gracias por pasarte de vez en cuando por mi blog.;)
Gracias, Mar Zeraus. Con tu permiso seguiré visitando tu blog para disfrutar de tu poesía.
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