Este pequeño dios
que día a día te sobrecoge,
en su embriagadora sed,
es una lluvia perenne sin respuestas.
Un páramo que se inunda.
Florece
lo que niegan los sueños
a contraluz,
a contracorriente.
Este minúsculo dios,
que a sí mismo se engaña,
es una afrenta a las sombras.
Muda sustancia de la tarde
que se vuelve invierno.
Este dios solo
sobre esta tierra yerma,
inútil y hermoso,
te acompaña
hasta el último silencio.
M.A.N.H. (20-07-15)
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