Jardín Canario, a media tarde. Fotog. propia. |
y que caigan los muros
y penetre
el polvo del camino
los orificios que esconden tu nombre
cómo deseo la luz
que abra el silencio de las puertas
el reflejo manso del agua en el aljibe
y tocar el espacio de la sal dormida
los sudores festivos de tu horizonte
en la arena
cómo deseo el paso por las huellas
de los carros
infinitas paralelas
tropezar con la hierba de las lindes
y crear
en la húmeda quietud
del vacío sus formas
cómo deseo la risa
descontrolada y sin afeites
flotar los colores del sueño
y recorrer en tu regazo la lluvia
desnudos los pies
como anclas del aire
caminando
pero te maté
el día en que mayor me hice
para no sentir
de pronto
la desnudez que me cubría
esa hora
-maldita ya-
de inventar las palabras
otra vez
para no morir en ellas
y ahora
en la panza del cetáceo
al que habito
tu sentencia
aguardo.
M.A.N.H. (04/09/17)
Uno se hace mayor casi sin querer y poco a poco brota la agonía.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, casi sin querer, como disculpándose. Pero, la agonía, desde siempre.
EliminarSalu2, Toro!