Qué sabrosa la amargura de las naranjas 
desde el lado insomne del espejo 
y qué absurdo de edificios este silencio  
y su ciego paso de baile 
en marcha como un tren el humo de tus manos
se arrastra por una ciudad vencida 
tatuajes de cemento y sombras añoras
al aire las aspas de molino 
cansado regresas de la tarde 
contándole los pasos del reloj a la ventana
como si nunca te hubieras ido
ni pesaran los mares de la tierra 
qué amarga la dulzura de las almendras
en la sima oscura de esta mañana
y qué terribles las multiplicaciones
sin levadura 
de los días que faltan.
MANH (20-03-18)
 
Es un poema que me ha llegado con sus contradicciones y me ha hecho pensar muchas cosas. Me gusta mucho.
ResponderEliminarMe alegra que te guste, Olga. Aunque, pensar mucho dé muchos dolores de cabeza. Un abrazo!
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