De la cúrcuma y la seda vienen,
del curso de los grandes ríos sumerios.
Sangre, sudor, lágrimas,
como ofrendas.
Tras un hálito de luz
en lo alto,
huyendo.
Atraviesan países,
estaciones,
edades, misterios,
para postrarse a tus pies,
maravillados.
Y,
allí los tienen,
como tantos
a la sombra de la higuera maldita.
El inoportuno sueño
mendigan,
ante la concertina.
M.A.N.H. (15/01/17)
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